El mismo día en que Camilo experimentaba todos los estímulos de su nacimiento, su futura familia – aún sin saberlo – se presentó por segunda oportunidad para iniciar su proceso de adopción, y satisfactoriamente, en esta oportunidad, encontramos que contaban con todo lo que necesitaban para ser padres. Mientras la pareja se preparaba, Camilo adquiría cada vez más habilidades y desarrollaba esa actitud exploradora característica de la niñez.
Cuando el proceso de Camilo estuvo listo, empezamos la búsqueda de la mejor familia para él, una que le brinda un medio adecuado para desarrollarse como niño. En esa búsqueda, fue elegida aquella familia que hizo todo lo que estaba a su alcance para cumplir su deseo de ser padres, y al ver las fotos de Camilo, lo único que pudieron decir fue… “es perfecto”.
Mientras Camilo entendía que ahora tenía unos padres que lo cuidaría y amarían, la pareja esperaba pacientemente a que llegara el día en que pudiesen encontrarse con su hijo. Adecuaron sus rutinas, trabajos y hogar, preparándose felices a la llegada de Camilo.
El día de encontrarse fue mágico, Camilo al verlos sintió un poco de temor, pero sus padres, actuando efectivamente desde su corazón, se acercaron cada vez más a Camilo hasta que un abrazo de los tres, fundió el amor que podían ofrecerse el uno al otro. Al llegar a casa, Camilo exploró los diferentes espacios, acompañado siempre de la mano de sus padres, y en el transcurso de los días todo fue como si se conocieran de años, como si Camilo estuviese predestinado a estar con ellos, y ellos a ser sus padres.
Hoy, la familia cuenta con alegría su experiencia, disfrutan del ejercicio de la paternidad, y Camilo crece en un hogar seguro y afectuoso.